SANTAFERIA ESTRENA “PASIÓN Y LOCURA” CELEBRANDO LA CULTURA FUTBOLERA Y
Cómo afecta el cambio climático a la salud mental en algunas de las comunidades indígenas del Caribe
Todo está relacionado con los derechos de los pueblos indígenas
Por Stefanie Lauchman, Candice Stewart y Samuel Sukhnandan.
Esta historia se publicó con el apoyo de la Beca de Periodismo de Justicia Climática del Caribe, que es una empresa conjunta entre Climate Tracker y Open Society Foundations.
Según el Commonwealth Fund, los fenómenos climáticos que provocan destrucción, pérdida y desplazamiento de personas «a veces pueden provocar una serie de problemas de salud mental, desde ansiedad y sentimientos de impotencia hasta depresión, trastorno de estrés postraumático y pensamientos suicidas». Estos problemas, y otros, son de gran importancia para las comunidades indígenas de Surinam, Jamaica y Guyana.
«Estoy en un punto en el que ya no sé qué hacer», dice J.A., mujer indígena de Surinam que desea permanecer anónima. «Primero, llueve constantemente y todas nuestras cosechas se inundan. Ahora el clima es extremadamente seco y el suelo se ha vuelto infértil y, una vez más, nuestros cultivos no se pueden cosechar. Luego, por otro lado, las temperaturas son tan altas que hasta el agua del río se secó, algo a lo que no estamos acostumbrados. Solo estoy cansada».
A pesar de sus problemas de salud mental, esta mujer de 35 años y madre de cuatro hijos ha reunido el valor para contar su historia. Vive con su pareja y sus hijos en el pueblo, y el sustento de su familia depende de prácticas tradicionales como la pesca, la caza y la agricultura. Esta forma de vida, en la que los conocimientos ancestrales desempeñan un papel fundamental, se está viendo gravemente dañada por el cambio climático. El conocimiento tradicional sobre cuándo se pueden plantar cultivos para garantizar una cosecha exitosa es cada vez menos preciso debido al cambio climático y los patrones climáticos. Por lo tanto, se cosecha menos, no se garantiza la seguridad alimentaria y las altas temperaturas causan aún más angustia.
Los problemas de salud mental relacionados con la crisis climática a menudo se pasan por alto, a pesar de que las investigaciones han demostrado que las repercusiones del calentamiento global están asociadas a los altos niveles de estrés y mala salud mental. Como otros aldeanos, J.A. ha tenido dificultades para adaptarse. Las múltiples cosechas fallidas y la escasez de alimentos han dificultado el mantenimiento de su familia: «La situación es insostenible. El estrés ya ha empezado a afectar mi matrimonio», dice con voz débil.
Los impactos negativos del cambio climático en la salud mental, especialmente en la relación que comparten las comunidades indígenas con la tierra, suenan reales para Kasikeíani KaikoTekina (la jefa Ronalda Pairman) de los pueblos taínos Yamaye Guani (pueblos taínos colibríes de Jamaica). «La esencia de quiénes somos está ligada a la tierra», explica. «Esto incluye nuestra comida, nuestras prácticas culturales y ceremoniales. Entonces, cuando se produce una desconexión por un desplazamiento causado principalmente por sucesos del cambio climático, nuestra forma de vivir se ve perjudicada en todos los aspectos».
Es por estos acontecimientos que todo a lo que los taínos jamaicanos están acostumbrados ha cambiado —por muchas razones. «Los fenómenos del cambio climático —como los huracanes Gilbert (1988) e Iván (2004)— causaron daños tan irreparables que la gente perdió sus hogares, sus familias y su manera de vivir», continúa. «Eso detonó una desconexión por el desplazamiento y la pérdida de nuestros hogares, nuestra tierra y nuestra forma de hacer las cosas. Tener que reubicarse y comenzar de nuevo es traumático. No solo para nosotros como pueblo taíno, sino para cualquiera».
La erosión costera también ha afectado a la comunidad, ha hecho que la playa Hellshire en Portmore, St. Catherine, sea una sombra de lo que era. «Pescamos mucho», explica, «pero con el aumento del nivel del mar, esa actividad se ve gravemente afectada. Como pueblos indígenas, muchos vivíamos a lo largo de la costa, pero ya no. El mar ha ganado tierra».
Este tipo de trauma, añade la cacique, «básicamente obliga a todos los afectados, en especial a los indígenas, a dejar atrás su vida como la conocen. Una vida en la que se conectaban con sus antepasados». Es entendible que el estrés mental de tener que mudarse y construir una nueva conexión con un nuevo espacio puede ser agotador y contribuir a la «desconexión generacional».
La necesidad de adaptar algunas de sus prácticas ceremoniales a los nuevos espacios que ocupan suele provocar estrés adicional, y los acontecimientos relacionados con el cambio climático pueden dificultar aún más conservar sus tradiciones ancestrales. «Cuando estamos con nuestra gente», explica, «nuestras prácticas ceremoniales se consideran normales porque están dentro de nuestro espacio. Cuando estamos desplazados, las personas que desconocen nuestra cultura lo consideran maligno y obeah, que está mal visto en el país. Así que, la primera vez que alguien nos ve bailando alrededor de lo que les parece una piedra y cantando nuestras canciones, automáticamente nos catalogan como trabajadores de la obeah. Eso está muy lejos de la verdad».
Según un informe de 2022, en Jamaica sigue vigente una ley de la época colonial que penaliza la obeah y el myalismo. Aunque la ley no suele aplicarse, los castigos por infringirla incluyen penas de prisión de un año.
La jefa relató un incidente en el que su vecino no respondió bien al sonido del guamo (caracola) de su familia. «Donde yo vivo, cada vez que comemos ponemos un plato espiritual. Lo que comemos, lo compartimos con nuestros antepasados. Así que tenemos un platito para poner la comida y damos las gracias. Por las mañanas, saludamos al sol y le damos el plato al árbol más grande que vemos. En esa misma práctica, soplaremos nuestro guamo en cuatro direcciones. Ahí es donde corremos el riesgo de que nos juzguen incorrectamente. Hemos tenido que adaptarnos haciéndolo cuando hay luna llena y luna nueva para reducir las posibilidades de que nos vean y nos califiquen», explica.
Al plantar, también ha recurrido a truncar la práctica de dar a las plantas antes de tomar de las plantas. Ahora, canta y enmascara sus palabras para que los demás no se den cuenta. «Estar en una situación así es incómodo y nos aleja de nuestras verdaderas raíces. Hemos tenido que adaptarnos mucho porque somos una comunidad dispersa». Los acontecimientos del cambio climático han tenido mucho que ver». A pesar de las dificultades, Kasikeíani KaikoTekina insiste en que su comunidad necesita ser reconocida y respetada como grupo indígena».
«Todo está relacionado con los derechos de los pueblos indígenas», continúa. «Si se nos reconocieran adecuadamente las políticas, junto con una educación y conocimiento adecuado de nuestros compatriotas, la tensión mental que provocan los cambios climáticos no sería tan grande». Cree que tener reconocimiento debido incluye priorizar una asistencia a medida para el desplazamiento y la protección de las prácticas ceremoniales: «Jamaica firmó el Convenio 169 de la OIT (Convenio sobre pueblos indígenas y tribales de 1989), pero está en la lista de países que no lo han ratificado. Si no lo ratifican, significa que no tenemos derechos como indígenas y, por tanto, no podemos pedir justicia climática ni ninguna otra justicia para nosotros».
El Convenio 169 de la OIT es el principal convenio internacional vinculante relativo a los pueblos indígenas y tribales y precursor de la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. La justicia climática frente a los problemas de salud mental de los pueblos indígenas inducidos por el clima tiene sus raíces en ese convenio.
A pesar del ineludible trauma, la comunidad de kaiko-tekina encuentra consuelo y curación en actividades como su Año Nuevo y otras celebraciones estacionales, y en la organización y participación activa en actos que sensibilizan al público en general a través de la historia de los Primeros Pueblos. «En los actos que organizamos», explica, «participan las escuelas y los sectores público y privado. Uno de nuestros actos, que se celebra todos los años en marzo, trata de la protección de nuestros ríos. Este año hemos hablado del cambio climático y de retornarle a Atabey (la Madre Tierra). Eso fue crucial para nosotros por la relación que compartimos con la tierra. En lugar de mantener el conocimiento dentro de nuestras comunidades, [enseñamos] al público cómo devolvemos [y] mantenemos nuestras tradiciones sin persecución».
Por su parte, Guyana alberga a 68 000 indígenas (amerindios), que son algunos de quienes están experimentando las diversas repercusiones del cambio climático en su salud mental. La Asociación de Pueblos Amerindios (APA) de Guyana ha declarado que los líderes indígenas están luchando por encontrar formas de mantener a las comunidades frente a este fenómeno.
Faye Stewart, responsable de políticas de la APA, afirmó que los problemas de salud mental de la comunidad son consecuencia directa de los numerosos obstáculos que el cambio climático pone en su camino. «La reciente sequía ha provocado combustiones espontáneas y, en algunos casos, incendios deliberados en tierras de cultivo donde se han destruido cosechas. La tierra sigue reseca y la alteración de los ecosistemas [ha] provocado invasiones de cerdos salvajes en muchas comunidades que dependen de la agricultura».
La APA también ha recibido informes sobre la migración de peces debido al estiaje de los cursos de agua, lo que amenaza gravemente la seguridad alimentaria en esas zonas. También se ha informado que los cursos de agua están contaminados, lo que compromete el consumo diario.
En 2021, más de 36 000 hogares de 300 comunidades se vieron perjudicados por las lluvias torrenciales. Un año después, seguían luchando por recuperarse. Según Stewart, el cambio climático también puede explicar el aumento de la malaria y el dengue -enfermedades transmitidas por mosquitos y endémicas en el interior durante la estación lluviosa-, aunque la APA no tiene pruebas sustanciales que lo demuestren.
El activista indígena guyanés Michael McGarrell está de acuerdo en que, a escala mundial, los pueblos indígenas se encuentran entre los más vulnerables a los efectos adversos para la salud mental derivados del cambio climático, sobre todo porque hay pruebas de que los cambios climáticos están afectando al acceso de los pueblos indígenas a una cantidad y calidad adecuadas de alimentos. «Ahora», afirma, «la sequía está teniendo un enorme impacto en los primeros pueblos de Guyana, y ya las inundaciones habían devastado aldeas, lo que afectó su suministro de alimentos [ya que] la mayoría se dedica a la agricultura de subsistencia. Está afectando a su salud mental y a su bienestar general, así como a sus conocimientos, espiritualidad, cultura y circunstancias socioeconómicas».
Los pueblos indígenas siguen reclamando una acción climática que garantice la totalidad de sus derechos inherentes, afirmados en la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y en el artículo 35 de la Ley Constitucional de 1982. Queda por ver cómo ayudará en esto la COP28.